Un día como otro cualquiera

Ciqui era uno de los animales más confiados, de modo que agitando un poco las orejas se acercó a la mano de Elena y le dio una pata.

- Parece que le gusta Elena - dije divertida.

Ciqui levantó las orejas y me miró.
Siempre hacía eso, para estar segura de si estaba bien.
Como señal de su comportamientos solo sonreí cansada.
Ciqui agitó la cola entusiasmada y a gran velocidad se enganchó a Elena en modo abrazo.

Miré cómo se comportaba la ardilla.

- Sí, es verdad eso de que las mascotas se parecen a los dueños, ¿eh?

Giré la cabeza.
Eso no tenía mucho sentido.
-Lo dudo, porque ella es más lista que yo y también más tranquila

- Me refiero a la efusividad de sus actos -dije poniendo cara de '¬¬

*Menos mal que no le has dicho ÉL a Ciqui, te hubiera matado

Comenzaba a despejarme un poco y me entró hambre, las galletas que tenía Elena parecían deliciosas.
-Elena..., ¿me pasas las galletas?

Escuché la conversación atentamente.
-La verdad..., es que me gusta estar aquí..., con gente
Miré de reojo y un poco con pena.

- Si la verdad es que es un poco raro... - dije asisntiendo al comentario de Elena
- Pero a mí me ha servido para hacer amigas, asií cuando empiecen las clases no iré tan perdida - dij con una sonrisa

- Bueno, igualmente esto es mejor que estar en casa -cmenté mientras me servía un vaso de leche caliente

- Si es con mis primos y ese extraño deporte... no -sacudí la cabeza-. precisamente vine pronto porque ya no soportaba estar en Salem con ellos

- No... mis primos lo son -dije en un suspiro-. Fuimos hasta EE.UU. a pasar el verano con la familia de la hermana de mi madre

- ¿A qué te refieres con ese extraño deporte, Azrael? - pregunté con curiosidad.

Ciqui aprobechó y cogió unas cuantas galletas y se quedó a mi lado comiendo. Una vez que hubo terminado comenzó a hablar conmigo y yo la seguí.
Ella sabía hablar el idioma humano, pero nunca lo usaba y escasas veces se la oía decir algo que no fuese su sonido.