Estaba confusa.
Desde el momento en el que mi querida abuela había muerto había pensado que estaba sola y ahora... ¡puff! sin más tenía una prima hermana, una prima politica a la que odiaba, tenía casa...
Pero lo que más confusa me estaba poniendo eran las palabras de la señorita Balfour..
¿Por qué os odiais? ¿Por qué pertenecéis a una casa distinta?
En realidad no había solo ese motivo. Elena era la representación de todo lo que temía aunque lo más probable era que no fuese nada de eso. Solo era una cria, un año más que yo, no podía serlo. Para ser mortifago tenía que tener al menos 17 años... o eso creo. Pero ese aire que se daba... me ponía los pelos de punta. Se parecía tanto a la gente que había entrado en mi casa tiempo atras...
Una imagen se cruzó en mi mente. La cara de mi padre, sorprendido, mientras caía de espaldas... rígido, muerto. Y otra imagen relacionada con esta, la cara de susto de mi madre, con su larga cabellera rubia y la mirada, pálida, que dirigió hacia mi escondite antes de que los mortifagos la sacaron de mi vista. Tras eso solo escuché un grito agudo.
Recordar esas imagenes hizo que dos lágrimas aflorasen, pero las sequé con rapidez al escuchar...