Muy, muy enfadada...

Estaba mirando cómo caía lentamente el agua de una fuente cuando vi a lo lejos que Elena salía del colegio hacia los jardines. Me escondí detrás de un arbusto, y con suerte se paró y sentó en una roca delante del arbusto tras el cual me escondía.

Me acerqué, y una vez tras ella me agaché un poco y dije:

- ¿Sabes que te pueden castigar por no llevar el uniforme? -sonreí.

He de reconocer que me dio un poco de miedo la cara con la que me miró al principio, pero, bueno, luego la cambió.

- No sé. Pero se supone que en cuanto llegamos tenemos que tenerlo puesto y... llegamos en domingo, ¿no? -me encogí de hombros-. Bueno, realmente creo que da igual. Y el azul no le va mal a tu pelo. De todas maneras, no creo que haya ningún profesor para quitarte puntos, así que...

Se miró el pelo por mi comentario. Me reí un poco por lo bajo, esperando unos instantes después que ella no se hubiera dado cuenta de eso, o sino me esperaba algo malo...

Intentando parecer lo más normal posible intenté responder a su pregunta, aunque su tono de voz había sido muy raro. Bueno, realmente ella estaba rara aquél día, sin más. No sabría decir por qué, pero parecía que conmigo se comportaba diferente que con los demás.

- Nada notable, eso desde luego -dije retomando el hilo de la conversación e intentando olvidarme de mis divagaciones-. Miraba cómo caía el agua de la fuente de... -miré hacia donde estaba la fuente, pero ahí no había nada. Me azoré un poco, parecía un loco-. Bueno, da igual, una fuente de por ahí. ¿Y tú qué haces por aquí? -pregunté a su vez sonriendo.

Siempre sonreía demasiado, con esa edad era muy jovial, pero aquél día más... No sabía por qué, pero seguro que el incidente en la clase de la profesora Swen había ocasionado algo de eso.

Mi sonrisa desapareció al instante.

- Ah... Riddle... -me llevé una mano a la cabeza inconscientemente. Buen chichón me había salido ese día-. A decir verdad, no sé por qué ése está en Gryffindor. Es un cobarde.

- Creo que sobreviviré -dije sonriendo y me senté al lado de ella, apretándole levemente un momento el brazo, como ella hizo en clase para calmarme. Luego miré también al frente y me crucé de brazos, con ellos apoyados en mis rodillas.

La miré después de unos segundos.

- ¿Antes? -me acordé de aquél día en el lago, cuando estaba tan enfadada-. Ah, sí, ya me acuerdo. ¿Os conocéis desde hace mucho tiempo?

- Entonces en teoría lo conoces muy bien... -dije mas bien pensando en voz alta-. ¿Qué le ha pasado entonces para que, de ser valiente, como tú has dicho, haya sido capaz de esto? No parecía esa clase de persona...

- No debe ser bueno guardar tanto rencor... Además, si quieres hacérselo pagar puedes hacer que se enteren y resten puntos a tu casa. No sé, yo creo que quizás lo deberías dejar estar. Bueno -suspiré-, de igual manera no es asunto mío, así que tampoco hagas mucho caso de lo que te digo. No sé lo que te dijo o lo que te dejó de decir, por lo que tampoco sé cómo actuaría yo en tu lugar...

Noté que estábamos un poco incómodos en la piedra, así que me levanté. No sabía cómo se lo habría tomado lo que había dicho, así que esperé antes de ofrecerle irnos a un banco.

En un momento parecía que se iba a poner a llorar... Aunque quizás fueron imaginaciones mías.

- Ey, tranquila -dije y rocé con mi mano una de las suyas, pero me aparté al sentir algo raro-. No sé qué le pasaría, pero perdió una gran amiga -sonreí-. Con respecto a lo de Sonia, está un poco loca, pero me parece de fiar. Y con respecto a mí... Psé, si ya se sabe, soy perfecto -bromeé y guiñé un ojo-. Así que desde mi punto de vista, es normal que confíes en mí. Tú tranquila que no te fallaré -le ofrecí mi mano-. Pero de momento mejor ir a dar un paseo, o irnos a un banco, ¿no te parece? Así hablaremos mejor.

Andamos un poco, aún con la mano cogida. Me sentía un poco... incómodo no era la palabra... Raro, sí. Pero raro con buen matiz.

- Bueno, quizás tendríamos que haberle echado un furnunculus, seguro que eso te hacía gracia y te levantaba la moral.

Reí. A lo lejos vi la fuente que antes había estado observando y que, inexplicablemente se había movido de sitio.

"Parece que la sala de los Menesteres no es lo único que viene y va" me dije.

Me di cuenta de que mis preocupaciones desde días anteriores se habían disipado. Ya no era transparente, al menos no para todos. Me sentí de pronto muy bien.

- Sí, bueno -me encogí de hombros y sin querer solté la mano de Elena, pero no me atreví a volvérsela a coger. Aunque me hubiera gustado- me di cuenta de que era una tontería, algo sin importancia. Digamos que se me juntó todo un poco. Entre lo de clase y... bueno, todo en general.

Quizás me daba miedo decirle lo que me había pasado y que se diera cuenta de que realmente no era nadie.

Me pasé la mano por el pelo.

- Seguro que te parece una tontería -dije intentando alargar lo más posible el no decírselo-. Digamos que me sentía un poco solo. En mi sala común no tengo muchos compañeros que hablen conmigo, salvo Atiazna y Ana, y hace bastante tiempo que no coincido con ellas lo suficiente como para estar un rato hablando... También desde que hablamos tú y yo aquél día en el lago no había vuelto a estar así mucho contigo, y a Sonianda casi tampoco la veía y... no sé, me sentía... -tragué saliva- invisible. Insignificante...

La miré a los ojos y me sentí bien. Sonreí.

- Tampoco tenías que preocuparte. Y... -esa vez sí que me atreví a coger su mano- gracias a que le diste su merecido a Riddle ya sé que al menos para tí no soy invisible. Y, bueno... eso es lo que más me importa.

"Oh, Merlín, ¿realmente he dicho eso? Espero que no piense que..." pensé mientras notaba que me acaloraba, aún sin soltar su mano. "Realmente... ¡y qué si lo piensa? No sería tan descabellado decir que te gus..."

Desvié mi mirada de ella. E intenté dejar de pensar en aquello.