Clase 2. Las Mandrágoras

Asile entró en el aula invernadero y puso una maceta con una planta en cada mesa que ocuparían las alumnas y útiles como las propias palas, tierra, abono y macetas vacías...

Entré en el aula.

- Buenos días -saludé a la profesora.

Entré en el aula deprisa, llegaba tarde. Al entrar sonreí a la profesora avergonzada.

- Buenos días - saludé a la profesora y a Irene

Me senté en una mesa al lado de Irene y le sonreí

- Buenos días, chicas -ríe entre dientes. Parecía que sus clases con ellas siempre iban a empezar igual, fuera la materia que fuera-. Hoy vamos a ver.. las mandrágoras. Son unas plantas que, como ya vimos, son peligrosas y que deben ser tratadas por un mago con estudios... (aunque sean básicos) ¿Por qué son peligrosas?

- Porque en grandes dosis provoca delirios y locura o muerte por intoxicación - contesté no muy segura

- Uhm... no exactamente. Aunque ya que mencionas lo de las dosis, cualquier cosa en grandes dosis es venenosa... Pero no, no iba por ahí.

Levanté la mano.

- Porque cuando las transplantas producen gritos que pueden llegar a matar a quien los escucha -murmuré sin saber muy bien si era eso o no.

- Exacto, muy bien Irene. 5 puntos. Aunque cabe resaltar que el llanto de las mandrágoras adultas es el que es mortal... el de las mandrágoras púberes sólo deja inconsciente a quien lo oye durante varias horas o inlcuso días -miró a las alumnas-. ¿Alguna pregunta?

- No, ninguna pregunta - dije miéntras apuntaba lo que había dicho mi compañera

- Muy bien, entonces vamos a transplantarlas. ¿Qué sabéis sobre como transplantar una planta?

Miré a la profesora y me paré a pensar lo que preguntó.

- Yo creo que para transplantar una planta lo primero que tienes que tener en cuenta es que la planta debe estar en reposo, debe ser un periodo en el que la misma no crezca. Lo siguiente es buscar la tierra que necesite y echar en la nueva maceta o lugar en el que quieras poner la planta de esa misma tierra pero nueva y añadir después la planta a transplantar con la tierra vieja, añadir los productos y vitaminas necesarias para que crezca, aplastarlo bién para que la planta quede bién sujeta y por último regarla - contesté

Escuché a Ati, no tenía ni la menor idea de como debía hacerlo. Cuando acabó esperé a que la profesora dijese algo.

- En esencia es eso sí -dijo Asile asintiendo con la cabeza algo aturdida por la larga respuesta-. 10 puntos, Atiazna. En este caso debemos tener especial cuidado al transplantarla porque se agitan demasiado... Y por supuesto... -se acercó a un armario y abrió el cajón, sacando variaas orejeras-... esto es de los más importante que tenéis que tenera la hora de transplantarlas. Ahora son demasiado jóvenes, pero como he dicho antes, su llanto os desmayaría. Antes de ponéroslas -se las puso encima de las mesas-, quiero que tengáis muy claro lo que tenéis que hacer al transplantarlas... -se aclaró la garganta-. En la maceta vacía vertéis tierra, hay bolsas allí -señaló con el dedo a una esquina en la que había tanques con tierra y varias bolsas sin abrir-. La tierra únicamente hasta la mitad. Echáis algo de abono, que también podéis encontrar cerca de los tanques. Los que están en bolas diminutas, ni aerosol, ni polvos, ni bolas grandes, sólo ese abono. Luego sacáis la planta. Tened cuidado al meterla en la maceta, porque se revolverá... mucho. Antes de echar la nueva tierra, tiene que estar lo más recta posible. Cuando ya esté cubierta, aún agarrándola, apretad la tierra con la pala, echad algo más, en el caso de que haya bajado el nivel al apretarla, y entonces ya estará listo... ¿Alguna duda antes de ponerse las orejeras?

- No, ninguna duda - sonreí orgullosa - ¿Empezamos? - pregunté animada

Miré a la profesora y negué con la cabeza... ¿Y si no podía con la mandrágora? Me mordí el labio y respiré profundamente.

- Empecemos -murmuré con una sonrisilla.

- Sólo una cosa más... no os pongáis muy nerviosas, al principio es algo difícil, pero ya veréis que lo hacéis bien -sonrió-. Orejeras puestas...

Se puso las orejeras y se dedicó a mirar a sus alumnas.

¿Que no me pusiese nerviosa? :S Tragué saliva mientras me ponía las orejeras me aseguré que no oía nada de nada. Me puse junto a una de las macetas vacías y heché tierra hasta la mitad más o menos, después algo de abono.

Miré la planta y me mordí el labio. Me sudaban las manos, genial. Me acerqué y coloqué las manos. Respiré hondo un par de veces y después tiré de ella. Se me escurrieron las manos, genial por dos. Me las sequé en la túnica, sonrojada, y volví a intentarlo. A la segunda va la vencida. La planta salió.

Horrenda no terminaba de describirla.

Eran como una especie de bebé, un bebé más feo de lo que nadie puede imaginar... manchado de tierra y con pequeñas raices en lugar de nuestras extremidades. Y encima lloraba. Suerte que no podía escucharlo porque tenía toda la pinta de que sería horrible escucharlo.

Pataleaba, bueno, raiceaba. Opuso resistencia como ninguna pero al final conseguí llegar hasta la maceta y meterla dentro. Mientras la sujetaba con la izquierda cogí la varita y, utilizando el Wingardium Leviosa, elevé el saco de tierra. La puse lo más recta que puse mientras intentaba que no se saliese de la maceta y, cuando lo creí conveniente, tiré del saco para vertir la tierra. Al final se quedó un poquitito torcida hacia la derecha... Resoplé. Maldita Mandrágora traidora. Por suerte no era demasiado.

Miré a la profesora, no sabía cuantas había que transplantar, sin quitarme las orejeras, esperando que diese el visto bueno y, de paso, saber si tenía que continuar o no.

Bueno, la sigo, hagamos como que lo habéis hecho las dos

Asile con un gesto indicó que se quitaran las orejeras. Ella hizo lo propio y miro a las niñas.

- Muy bien hecho, diez puntos (sólo para tí, Irene). Esto es lo importante, y debéis intentarlo más veces para que en el examen, en el caso de que alguna le toque hacer esta planta, lo sepa efectuar de la manera correcta -las miró-. ¿Alguna pregunta?

Obedecí y me quité las orejeras.

- Ninguna -dije, feliz con mis diez puntitos.

- Entonces no queda nada más que decir en esta clase -sonrió-. Recordad que debéis practicar esto que hemos hecho hoy por si aparece en el examen. Buena clase chicas, podéis iros -dijo con un leve asentimiento de la cabeza.

Recogí las cosas y miré a Ati, que parecía en su mundo. Me encogí de hombros y sonreí.

- ¡Hasta luego! -y me fui corriendo hacia astronomía.