Siendo sincero... 3

- Como queráis, os dejo elegir a vosotras. No soy un león, por lo tanto no tengo que defender mi valía. Pero hay veces que vivir es más importante que las agallas -había empezado a divagar. Agité la cabeza-. Decidís vosotras. Lo que sea que queráis, lo seguiré y os acompañaré.

Torcí la cabeza.
Comencé a caminar, y de alguna manera, la puerta se abrió.
Dentro estaba más oscuro, pero no me daba miedo, olfateé el ambiente.
Me adentré más hasta desaparecer en la luz.

*Pongamos emoción

De repente se oyó un estruendo y la puerta se cerró.
Me giré un poco asustada.
-Ah
Pasó el rato sin moverme y sin hablar, hasta que un ruido en la lejanía llamó mi atención y seguí adelante.

De pronto Sonianda fue hacia la puerta, y ésta se cerró tras ella.

- ¡Eh! ¡¡Ehh!! -dije aporreando la puerta-. ¡Sonianda! ¿Me oyes?

Seguí caminando a oscuras, palpando con las manos y caminando a lo caballo para no tropezar.
Me giré al oir unas voces por donde había entrado. Era Azrael. No contesté, estaría bien.
Seguí adelante hasta ver una luz, me acerqué a ella y vi que había una sala enorme.
Miré a bajo y vi que había unas escaleras metálicas. Las bajé. Caminé por la sala con la boca abierta de lo sorprendida que estaba. Me paré casi en medio de la sala y miré hacia el techo.
Pero no estaba sola.

Noté un airé caliente y pestilente que me hizo tambalearme.
Me giré despacio y vi al Quimera.
-Jeje, hola
Le saludé flogito y con una sonresita de preocupación.
El león rugió y agaché la cabeza cerrando muy fuerte los ojos.
Me atreví a mirar.
El quimera enseñaba los dientes y apareció la serpiente siseando. Retrocedí unos pasos sin apartar la mirada del bicho.
El quimera rugió otra vez y saltó hacia mi.

Antes de que me aplastara me tiré a un lado cayendo al suelo.
Giré para ver al Quimera que ya se estaba preparando. Me levanté y eché a correr. Sentía el suelo temblar ante los pasos de la criatura y sabía que me estaba pisando los talones.
Corría lo más rápido que pude, pero la pierna derecha me falló y caí resbalando por el suelo.

Me incorporé rápidamente e ignorando la pierna derecha entumecida.
Noté, una vez más, retumbar el suelo y supe que estaba tras mío.
Corrí nuevamente hacia la pared y miré atrás.
El Quimera había vuelto a la carga y tuve que saltar a un lado. Este clavó las garras en la pared y, al quitarlas, arrancó bruscamente unos pedazo de piedras que volaron rápidamente en mi dirección produciéndome unos cuantos cortes.
Por suerte me había protegido la cara con los brazos.

Me atreví a mirar con miedo, temblaba mucho, notaba el cuerpo ardiendo, el brazo derecho ya no lo sentía y respiraba con dificultad.
Vi que la Quimera se había quedado parada mirándome.
La serpiente exibía sus colmillos y siseaba. Entonces escuché una voz.
(-No aguantarás mucho rato en pie, se que el veneno te está haciendo efecto, aunque me sorprende que aún tengas energía. Me pregunto cuanto aguantarás antes de que vengan tus amigos)
El león rugió dando por terminada la conversación.

Me molestó que Elena me ordenara apartarme a un lado, aunque evité hacer ningún comentario. No tenía lugar.

Cuando Hollie hizo el hechizo, esquivé los pedazos de piedra que llovían a mi alrededor de puro milagro.

- Venga -dije ante lo que había dicho Hollie.

Alcé más la varita y entré. La luz inundó un oscuro y húmedo pasaje. A lo lejos vi una luz y, sin preocuparme de si me seguían, entré en la gran sala. No veía ninguna salida salvo unas escaleras metálicas. Supuse que Sonianda había bajado por allí, así que también lo hice. Y lo que me encontré una vez abajo fue a la quimera enzarzada en rugidos, siseos y demás sonidos contra Sonianda.

Se me encogió el corazón. Teníamos que hacer algo enseguida. Además, tenía uno nuevos cortes, pequeños, sobre el cuerpo, pero lo que más me preocupaba era que estaba lívida como el papel del pergamino.

Ante el rugido, me di la vuelta y, nuevamente, volví a correr, pero la pierna derecha no respondió y caí al suelo.
Me incorporé como pude y noté un fuerte golpe que me elevó por los aires chocando contra la pared y caí en el frío suelo.
Apenas sentía mi cuerpo y no podía moverme. Oía al Quimera acercarse, pero levemente.
No podía hacer nada y solo se me ocurrió cerrar los ojos y olvidar esa pesadilla.


*Ale, ahora os toca a vosotros

- ¿Y cómo lo hacemos? Sólo se me ocurre... Yo qué sé, un petrificus totalus o... -miré a Hollie-. ¿Sabes hacer el encantamiento Duro?

Cuando la mantícopra volvía a levantar la zarpa para atacarla alcé la varita.

- Da igual, ¡Duro! -hice el movimiento intentando apuntar a la pata de la quimera.

Le dí por los pelos, literalmente, y de pronto la quimera bajó la garra pesadamente.

- ¡Bien! -vi que a la quimera le costaba moverse, pero habíaque actuar deprisa, ya encontraría el animal otra manera de salir victorioso.