Fui caminado alrededor de ella a una distancia prudencial, tocando con cuidado las lápidas con las que me cruzaba paseando mis dedos por ellas.
-Dime irene, ¿sigues siendo tan llorica como siempre?
Me acordaba muy bien de ella, siempre acababa alterándose. Por la forma de ctuar antes, diría que no había cambiado en absoluto.