Me das asco, me repugnas. Es más, nada más entrar tú en la sala ha empezado a oler mal, bastante mal: como a pescado podrido.-Me llevé una mano a la nariz, taponándola.-Deberías ducharte de vez en cuando, ¿no crees?
Ese chico me irritaba muchísimo, y parecía ser que Irene le tenía tirria por más motivos, no creía que le hubiese molestado tanto el empujón de esa sabandija.
Oh, se me olvidaba decir...-Me aclaré la garganta y clavé mis ojos en los del chico.-De aquí no me muevo.-Enfaticé.