Tenía una leve sonrisa nostálgica. El lago parecía arder con las últimas luces del día.
Y en una de mis manos, tenía una carta sellada y con el símbolo de la familia Bathory.
Era algo que nadie sabía que hacía. La había escrito esa misma mañana, había plasmado todo lo que pensaba, lo que pasaba, sobre las clases, sobre mis sueños... De vez en cuando les escribía para contarles como me iba en la vida. El único problema era que jamás recibirían las cartas, todas acababan al fondo de mi baúl, encerradas en una caja de madera.
Algo me sobresaltó de tal manera que si llego a tener las piernas hacia el exterior, hubiera caído al vacío y seguramente matándome contra el suelo.