Al llegar a la plaza los transeúntes se quedaban mirándome. Fruncí el ceño. ¿Por qué?
No me di cuenta de la razon por la que pasaba eso hasta que al entrar en la verdulería tuve que soltar el brazo de Jake para escoger lo que compraría.
- Genial -murmuré cerrando los ojos. Conté hasta diez y seguí con mi vida-. ¿Puedes coger algo de fruta? Lo que quieras, me da igual.