Atiazna Sáb Mar 13, 2010 1:38 am
Irene se acercó y me abrazó, eso me tranquilizó mucho, ver que no estaba cabreada, hecho que habría entendido perfectamente me alegraba, sobretodo ahora que sólo podía ver y sentir al mundo echándose encima de mí.
Escuché lo que me decía miéntras intentaba tranquilizarme, no quería que me viera tan mal.
- Lo siento, de verdad, no sabes cuanto - dije mientrás le abrazaba fuerteménte.
Le solté y le invité con la mano a que se sentara donde estaba antes, en el sillón de enfrente de mí.
- Necesito contártelo, te lo debo y además necesito tu ayuda, esto está siéndo muy duro para mí, no soy tan fuerte, no puedo sola - las lárgimas volvieron a caer - Ante todo, por favor, prométeme que no te asutaras, pase lo que pase y diga lo que te diga recuerda que yo jamás te haría daño, ni a ti ni a nadie, por favor no quiero que me odies y huyas de mí, te necesito, te necesito a mi lado, por favor - le miré miéntras me secaba las lágrimas con un pañuelo.