Ya había pasado la noche, bueno lo que quedaba de ella, esa charla se había hecho eterna, una noche con mi nuevo yo.
Casi no pude dormir, no paraba de darle vueltas a lo que había pasado, aunque por los menos no había necesitado ir a buscarla, aunque no se si eso era del todo bueno.
La mañana no había sido del todo agraciada, había ido a las clases pero seguía estándo debíl y además estaba algo desanimada, no había sido una buena mañana la verdad. Ya había comido y me dirigía tristemente por los pasillos saludándo sin mucha emoción a las personas que me encontraba y conocía.
Estaba muy cansada y solo quería pensar, al pasar por la sala de trofeos me llamó la atención, no había entrado allí todavía, asi que decidí entrar. Era una sala pequeña y no solía entrar en ella mucha gente, eso me ayudaría a pensar.
Entré en la sala y miré todos los trofeos admirada durante un buen rato, leyéndo todo lo que ponía en ellos.
Finalmente me dirigí y senté en una esquina de la sala acurrucada entre mis piernas y me paré a pensar. Cerré los ojos y recordé todo lo que había pasado esa horrible noche. Noté como poco a poco mis ojos se iban llenándo de lágrimas.