El Sol empezaba a salir. Sus rayos iluminaban levemente el paisaje y soplaba un viento suave que refrescaba por la hora tan temprana que era.
Salí de la Sala Común y en cuanto llegué al vestíbulo observé y caminé con cuidado. No sabía si me podrían castigar por estar tan pronto por el colegio.
Abrí con esfuerzo la puerta y bajé los escalones saltandolos todos de golpe. Tuve que flexionar las rodillas y poner una mano en el suelo para no caerme.
Recuperé mi postura erguida y, con una sonrisa, caminé por los jardines, rodeando mi querido lago por su orilla hasta llegar al campo de Quidditch. No tenía nada de prisa.
Entré al Campo y me paré para observarlo completamente. Me gustaba cuando estaba totalmente vacío. Caminé lentamente, pasé entre los palos y llegué a la zona de los vestuarios. Había una habitación donde guardaban el material.
Con detenimiento elegí la mejor de las escobas del colegio y salí de nuevo al campo. Me elevé y me dejé llevar.
Necesitaba sentir el aire cortante contra mi rostro.
Cuando el Sol estaba más elevado, bajé hasta las gradas y me senté, suspirando.