Los exámenes habían terminado y deseaba que me hubieran ido bien.
Esa mañana me había dedicado a escribir una carta que no sabía si iba a llegar o si debía mandar. Así que después de comer me dirigí con tranquilidad a la torre de la lechucería y fui subiendo sus escaleras hasta llegar arriba de todo, donde las lechuzas empezaban a despertarse para salir de caza.
Tomé prestada una del colegio y me senté en el borde de una abertura para observar los terrenos.
Empezaba a hacer calor.