La eclosión

-Si eso podemos ir ahora a ver si está
Dije mirando a todos.

- Yo ¡Me apunto! - dije animada y depués miré a Azrael esperándo su respuesta.

- Por mi genial.

Abro tema en el mismo lugar....

Bah, mejor aquí

-Vamos pues
Dije animada con el dragón en brazos.

Caminamos hasta llegar a las afueras del bosque y a lo lejos se divisó una pequeña cabaña.
Algo nerviosa por no saber que iba a decir, solo se me ocurrió llamar a la puerta.
Se escuchó una voz y la puerta se abrió de forma algo brusca.
El hombre era muy grande y me dio algo de miedo.

¿Lo manejamos entre nosotros 3 o lo hace alguien más?

Fuimos hasta la cabaña del semigigante y esperamos pacientemente en la puerta. Hasta que se abrió.

Miré al hombretón por encima del hombro de Sonia, que estaba delante de mí. Me aclaré la garganta.

- Ho-hola.

El semigigante nos miró a cada uno.
-Hola, ¿queríais algo?
Intenté decir algo.
-Pues esto..., verás
Intenté mostrar el dragón.

El hombretón abrió la boca mirando al pequeño dragoncito, que se entretenía en mordisquear la manga de Sonia en una posición muy extraña.

- Creo que será mejor que entréis -dijo con su voz grave.

Tragué saliva con trabajo y crucé el umbral. Cuando todos estuvimos dentro, nos ofreció un asiento.

Me senté en un pequeño taburete que había alrededor de uan gran mesa. Era un poco ridículo, ya que casi no llegaba a apoyar los codos en la mesa, pero una vez me hube sentado, me daba demasiado vergünza volver a levantarme para sentarme en alguna de las sillas.

Entré en la cabaña con el dragón en brazos.
Cuando entramos todos, el guardabosques miró un lado y al otro antes de cerrar la puerta.
-Bien
Dijo dirijiéndose a mi.
-¿Me puedes explicar cómo has encontrado ese dragón?
Antes de contestar pensé en la respuesta.
-Pues..., lo compré...

Perdonad por mi tardanza, he estado liada con lo de los examenes u.u


Me coloqué detrás de Sonianda algo asustada, cuándo el hombre apareció por la puerta saludé timidamente y miré a mis amigos. Sonianda enseñó su dragón y el hombre nos invitó a que pasaramos.
Entré detrás de Sonianda miéntras miraba al dragón y me coloqué junto a ella miéntras escuchaba al hombre.

El hombre se acercó al dragón y le acarició.

- Ahora es pequeño, pero crecerá, supongo que lo sabréis - dijo miéntras miraba al dragón - Y ¿Tenéis pensado cuidarlo vosotros solos? - preguntó curioso el hombre.

Escuché al hombre y miré a Sonianda

-Bueno..., pensaba cuidarle yo hasta que creciera demasiado y no pudiera llevarlo, y si eso pasaba..., quería que usted lo cuidara por mi si no le importa...

El hombre nos miró pensativo, yo asentí a lo dicho por Sonianda y sonreí al hombre. Trás un rato este contestó:

- ¿Y dónde tienes pensado esconder el dragón hasta entonces? Sabes que si te pillan con él en el colegio pueden castigarte - dijo serio

-Había pensado que en mi sala común y luego en el bosque, cuando crezca pues me gustaría que se encargara usted, pero si es una molestia, no pasa nada

- ¿Crees que puedes guardarlo como un secreto en tu sala común? -el hombre rió con estrépito. Me tuve que agarrar fuerte al taburete del susto que me pegó-. ¿Y qué harás cuando tenga gripe y estornude y prenda fuego a cualquier cosa, o cuando les destroce a tus compañeras de habitación toda la ropa?

Miré a Sonia con una especie de temor y tristeza. ¿Qué iba a pasar con el dragón?

Cualquiera pensaría que pondría cara triste y desilusionada, sin embargo, sonreí.
-Muy sencillo, porque en mi sala no estoy sola, se de dos criaturitas que podrán ayudarme a controlarle
Pensaba más en Ciqui que en Luna.

- ¿Criaturitas? -dijo el hombretón. Al parecer, sonrió tras la espesa barba-. Si las llamas así... no creo que te puedan ayudar mcuho contra un dragón.

Miré con intriga a Sonia. ¿A qué se refería?

-Bueno..., simepre podría llevarlo al bosque prohibido cuando aprendiera a echar fuego..., pero mientras tanto..., no veo por qué no puede quedarse en la sala

Miré al hombre y a Sonianda nerviosa y luego miré a Azarel.

El hombré miró a Sonianda.

- Veo que estas muy decidida a cuidarlo tu en tu sala común aunque, aun así, te voy a proponer un trato. Te propongo que dejes al dragón aquí conmigo, yo cuidaré de él y podrás venir a visitarlo siempre que quieras, estos amiguitos podrían acompañarte - dijo el hombre miéntras centraba la mirada en Azrael y en mí - Ya es decisión tuya, pero ya sabes que si te pillan con él en el colegio te caerá un castigo - dijo miéntras miraba a Sonianda.

Miré al hombre pensativa y timidamente me decidí a hablar.

- Yo creo que es una buena propuesta y yo estoy dispuesta a venir contigo todos los días si hace falta

Miré a todos, luego al semi gigante y asentí.
-Por cierto, ¿cómo os llamais?
Preguntó el hombre.
-Yo soy Sonianda, y este es Acay
Dije mostrando al dragón.

Sonreí y asentí cuando Atiazna dijo eso para demostrar que también estaba conforme.

Miré a Azrael y le sonreí.

- Yo soy Atiazna - contesté al hombre

- Y yo Azrael -miré de nuevo al hombretón-. Pero, ¿qué pasará cuando ya sea muy grande?

(dios que vergüenza dejar etto así xD, en fin)

-Pues no sé, ¿esconderlo?

Hagrid nos miró a todos uno por uno.

- Esta situación es realmente rara. ¿Sabéis que me recordáis a unos amigitos de vuestra edad que tuve hace unos años? Siempre con sus travesuras... Ahora ya son mayores, claro. -sacudió su enorme melena-. Pues, amiga Sonianda, amigo Acay, lo único que se me ocurre es dar parte. Pero sabed que tener un dragón en esta escuela es muy difícil, a parte de que si son muy territoriales podrían atacar a cualquiera. Cuanto más crecen, más hambre tienen, claro, y podría acabar con lo que tenemos en el bosque. La directora se daría cuenta y el palo que os caería es tremendo -se mesó la barba, pensando. Entretanto me quedé empanadísimo viendo cómo subía y bajaba su caja torácica al respirar-. Quizás en alguna de las cuevas donde se escondía un viejo amigo... No está dentro de los terrenos... No, imposible. Demasiado cerca de Hogsmeade... No sé, amigos. Si encontráis una cueva que al menos pueda soportar tener dentro a un dragón enorme de esta especie, es decir, mucho más grande de lo normal, y que esté dentro de los terrenos, pero lo suficientemente lejos... Quizás te funcione, chica -miró a Sonianda-. Claro que yo, si no puedes ir tú, le podría ir a dar comida todos los días. Es tu decisión. Pero recuerda, si hay un día que te pillen, que yo no tuve nada que ver. Os he advertido ya mucho... ¿Qué haréis entonces?