Pasando el rato

Estaba demasiado cansada. Demasiadas cosas que hacer en el colegio y en el ministerio, eso sin hablar de que en su casa aún no había puesto los muebles que había comprado ahía meses y meses. Cuando pasaba por su casa recién habilitada, dormía en el viejo colchón que se había traído desde la Mansión Riddle Black, donde vivían sus sobrinos y ella iba a visitarlos de vez en cuando... Aunque casi no pisaba ninguno de los sitios. Todo el día de acá para allá.

Quería desfogarse, y de todos los sitios en los que había pensado, la mejor opción eran Las Tres Escobas.

Entró acalorada porque ya empezaban a ser temperaturas agradables y dejó una chaqueta sobre una silla en una mesa vacía.

Después de sentarse, fue hacia ella prácticamente corriendo un camarero.

- ¿Qué desea?

- Un capuccino... eh... -miró la lista de sándwiches-. Un Sandwich vegetal y.. eh... un zumo de melocotón -sonrió encantadoramente, dejando a un lado la carta.

El camarero, tras apuntarlo todo asintió rápidamente y fue tras la barra.

Asile mientras miró las mesas. No había demasiada gente, así que, a no ser que ellos acabaran de venir, como ella (cosa que no creía, porque todos tenían cosas sobre la mesa), así que no entendía el por qué de las prisas del camarero.

Se encogió de hombros y se recostó en la silla de madera, esperando a que trajern su pedido y mirando a la nada.

Oyó una voz familiar. Alzó la cabeza y vio a un compañero de deportes, Jacob. Tenía entendido que también era auror "Uff", pensó. Empezaba a pensar que tanto tiempo entre amigos de los muggles le iba a derretir el cerebro y le iba a hacer que sus situaiones fingidas fueran cada vez más reales.

Sonrió.

- Hola. Sí, a mi me alegra estar fuera del ministerio -rió-. Y por lo de como estoy... Bueno, cansada, pero creo que viva -volvió a reir, aunque con un deje cansado y algo melancólico-. ¿Y tú, qué tal? -le sonó muy raro hablarle tuteándole si él no lo había hecho, así que reformuló la pregunta-. ¿Qué tal está?

Asile rió.

- A mi también me gustaba, más, pero si no me tutean, yo no tuteo -hizo un gesto extraño, qué frase más rara-. Pues si quieres puedes sentarte aquí, al menos así podremos hablar con alguien.

Al segundo siguiente se arrepintió. ¿Así era como esperaba volver a centrarse en ser "mala"?

Cuando le trajeropn a él lo suyo, también trajeron su sándwich y el zumo. Habían tenido el acierto de que fuera recién exprimido. Le dio un sorbo y miró al hombre.

- Bueno, la verdad es que, algo estresante. El final de curso siempre es algo que nos trae de cabeza, porque muchos no llegan al final de los temarios, y es algo... Desquiciante. Pero bueno -cogió de nuevo el vaso y dio otro trago-, realmente bien -rió y luego miró otra vez al hombre-. ¿Y qué tal la vuelta?

- Oh, vaya, te entiendo -"oh, y cómo lo hago" pensó con una media sonrisa, a medio camino entre la alegría y una profunda pena. No quiso añadir nada más, no quería parecer entrometida.

- Bueno, no tanto. Realmente en el ministerio es más trabajo de asesora que otra cosa, así que... -se encogió de hombros y le dio un mordisco al sandwich-. Igualmente, a veces es mejor dedicar mucho más tiempo al trabajo que al descanso...

En su cabeza apareció la frase: "Sí, porque así te olvidas más de ellos...". Le dio un escalofrío. No le gustaba pensar esas cosas.

Asile pensó durante unos segundos.

- Bueno... trabajar como tal, sí, pero a otros directores... -pensó en Dumbledore, pero prefirió no decir ese nombre ya que probablemente le ardería en la garganta- otros estaban en continuo contacto con diversos departamentos del ministerio... -se encogió de hombros-. Gajes del oficio, supongo -rió.

Agasajar al enemigo... Siempre era una buena opción, y ahora tenía oportunidad. No era que él le cayera mal, pero cuanta más información pudiera obtener... mejor.

- No, no -negó con la cabeza-. Lo mío sólo es un trabajo de ratón de biblioteca... No salgo al campo de batalla a por gente peligrosa como vosotros.

Asile enarcó una ceja.

- ¿Lo más "interesante"?

Asile asintió lentamente. Era mejor no seguir preguntando. No tenía ni idea de lo que había pasado, pero ya averiguaría.

Luego llegó Erzsebeth.

- ¡Hola! -la saludó con simpatía-. Pues bien, ya ves, descansando un poco -sonrió-. ¿Qué tal tú?

Asile se encogió de hombros.

- Lo mismo de siempre. Trabajo, trabajo y trabajo... Y de vez en cuando, ir a visitar a los sobrinos... Pero lo mismode siempre... año tras año.